jueves, 15 de noviembre de 2012

Sobre la crisis de 1898

Sobre la crisis de 1898



Entre la emancipación de los grandes Virreinatos americanos y el 98, la Monarquía española estuvo integrada por el territorio peninsular y por un amplio conjunto de islas y enclaves repartidos por zonas distintas y distantes entre sí.

Si se relaciona la debilidad del Estado ‑apenas industrializado y escasamente modernizado‑ con la dispersión de sus territorios, no debe extrañar que su posición internacional fuese muy insegura. España se veía implicada en, al menos, tres grandes problemas internacionales. Primero, el del estrecho de Gibraltar, donde competían Francia e Inglaterra; luego, el de las Antillas, donde los anglo‑franceses no podían frenar la expansión norteamericana y por, último, el del Pacífico, donde todas las potencias competían por sus ricos mercados.

A la hora de hacer frente a esos problemas, la iniciativa española quedaba condicionada por la política de tres poderosos vecinos: en Europa, Francia e Inglaterra; en América, Estado Unidos. Para Europa, los gobernantes españoles habían acuñado el principio: “Cuando Francia e Inglaterra marchen juntas, seguirlas; cuando no, abstenerse”. Para el Caribe habían confiado en la fuerza de la determinación franco‑británica de mantener el statu quo. Pero, a ‑fines del siglo XIX, ni Francia e Inglaterra marchaban juntas, ni parecían dispuestas a frenar a Estados Unidos en el Caribe.

El régimen de la Restauración no había sido capaz de proporcionar a España una posición Internacional más firme. Ni Cánovas ni Sagasta fueron capaces de sustraer la política exterior a una muy difícil relación con la III República. [ ... ]

Tanto conservadores como liberales cometieron un grave error: no percibieron el sentido de la transformación del sistema internacional y de la vinculación entre los problemas europeos y los problemas coloniales. No analizaron correctamente los intereses y las tendencias de las grandes potencias; siguieron confiando en que la defensa del principio monárquico podría proporcionarles apoyos internacionales en los momentos de peligro.




Torre del Río, Rosario de la (1998): «A merced del huracán», La aventura de la historia, núm. 2, p. 90‑9 1.