6.- Unamuno y Millán Astray: la razón y la fuerza (30 de
septiembre de 1936)
«Sumamente significativo fue el episodio protagonizado por
Miguel de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca de la que era
rector.
En el acto, presidido por un gran cuadro de Franco, estaban
presentes la esposa de éste, Carmen Polo, el obispo de Salamanca y las
autoridades locales, así como el general José Millán Astray, alto mando militar
de la Legión (...). El general tomó la palabra para afirmar lo siguiente, ante
un auditorio enfervorizado: "Los catalanes y los vascos son cánceres en el
cuerpo de la nación. El cirujano de hierro que es el fascismo sabrá cómo
extirparlos y lo hará cortando en carne viva, sin escrúpulos ni falsos
sentimentalismos". De entre el público surgió un grito expresando el lema
favorito del general; "¡Viva la muerte!'. Fue en aquel momento en que
Unamuno, a quien correspondió la palabra, levantóse con lentitud y apoyó
cansado sus manos en la gran mesa. Se hizo silencio y el filósofo vasco habló:
"Sé que estáis esperando mis palabras con verdadera expectación e interés. Me
conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. Muchas veces
callar equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado cómo
complicidad.
Hace un momento he escuchado el necrófilo e insensato
grito de Viva la Muerte'. El general Millán Astray es un inválido. Él es un
inválido de verdad. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente hay hoy en
España demasiados mutilados y si Dios no lo remedia pronto habrá muchísimos más.
Me sobrecoge el pensar que el general Millán Astray pudiera algún día dictar
leyes y normas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes
es hasta cierto punto lógico que encuentre un terrible alivio a su situación
viendo cómo en torno suyo se multiplican los mutilados."
En aquel instante el general se levantó violentamente
gritando entre el clamor falangista: "¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la
Muerte!'. Unamuno hizo otra pausa y esperó que cesaran los gritos y con voz
lenta concluyó: "Éste es el templo de la inteligencia. Y yo, aquí
donde me veis, soy un sumo sacerdote. Estáis, pues, profanando su sagrado
recinto. Y debo además deciros lo siguiente: Venceréis, qué duda cabe, porque
tenéis la razón de la fuerza, pero nunca podréis convencer, porque para
convencer hay qué persuadir, y para persuadir carecéis de lo más elemental: de
la fuerza de la razón y del derecho. Nada más: me parece inútil pediros que
penséis en España. He dicho".
Según parece, se hizo un denso silencio, seguido de
actitudes hostiles contra el ilustre anciano que salió del recinto protegido por
varias personas y la mujer de Franco. Nunca más Unamuno apareció en público,
siendo ordenada su detención domiciliaria.»
- JUTGLAR: H.ª de España. Barcelona,1989