Un mundo futuro desde el pasado
Afuera, incluso a través de los ventanales cerrados, el mundo parecía frio. Calle abajo se formaban pequeños torbellinos de viento y polvo; los papeles rotos subían en espirales y, aunque el sol lucia y el cielo estaba intensamente azul, nada parecía tener color, a no ser los carteles pegados por todas partes. La cara de los bigotes negros miraba desde todas las esquinas que dominaban la circulación. En la casa de enfrente había uno de estos cartelones. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las grandes letras, mientras los sombríos ojos miraban fijamente a los de Winston. En la calle, en línea vertical con aquel, había otro cartel roto por un pico, que flameaba espasmódicamente azotado por el viento, descubriendo y cubriendo alternativamente una sola palabra: INGSOC. A lo lejos, un autogiro pasaba entre los tejados, se quedaba un instante colgado en el aire y luego se lanzaba otra vez en un vuelo curvo. Era de la patrulla de policía encargada de vigilar a la gente a través de los balcones y ventanas. Sin embargo, las patrullas eran lo de menos. Lo que importaba era la policía del Pensamiento.
A la espalda de Winston, la voz de la tele pantalla seguía murmurando datos sobre el hierro y el cumplimiento del noveno Plan Trienal. La tele pantalla recibía y transmitía simultáneamente. Cualquier sonido superior a un susurro que hiciera Winston era captado por el aparato. Además, mientras permaneciera dentro del radio de visión de la placa de metal, podía ser visto y oído a la vez. Por supuesto, no había manera de saber si le contemplaban a uno en un momento dado. Lo único posible era figurarse la frecuencia y el plan que empleaba la Policía del Pensamiento para controlar un hilo privado. Incluso se concebía que los vigilaran a todos a la vez. Pero, desde luego, podían intervenir la línea de uno cada vez que se les antojara. Tenían usted que vivir _y en esto el habito se convertía en un instituto _con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted seria registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serian observados.
George Orwell, 1984