17.- El discurso de las tres “P”
No tengo el
optimismo de un Pangloss ni voy a aplicar a este drama español la simplísima
doctrina del adagio de que “no hay mal que por bien no venga”. No es verdad.
Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecemos la guerra, cuando se
acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del
escarmiento el mayor bien posible y, cuando la antorcha pase a otras manos, a
otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sientes que
les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse
con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen
en los muertos y que escuchen selección: la de esos hombres que han caído
embravecidos por la batalla, luchando magnánimamente por un ideal grandioso,
que, ahora abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen
rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de
una estrella, el mensaje de la patria eterna, que dice a todos sus hijos: Paz,
Piedad y Perdón.
Manuel Azaña, Presidente de
la República 1939