miércoles, 16 de abril de 2014

6.- Unamuno y Millán Astray: la razón y la fuerza

6.- Unamuno y Millán Astray: la razón y la fuerza (30 de septiembre de 1936)
 
«Sumamente significativo fue el episodio protagonizado por Miguel de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca de la que era rector.
En el acto, presidido por un gran cuadro de Franco, estaban presentes la esposa de éste, Carmen Polo, el obispo de Salamanca y las autoridades locales, así como el general José Millán Astray, alto mando militar de la Legión (...). El gene­ral tomó la palabra para afirmar lo siguiente, ante un auditorio enfervorizado: "Los catalanes y los vascos son cánceres en el cuerpo de la nación. El cirujano de hierro que es el fascismo sabrá cómo extirparlos y lo hará cortando en carne viva, sin escrúpulos ni falsos sentimentalismos". De entre el público surgió un grito expresando el lema favorito del general; "¡Viva la muerte!'. Fue en aquel momento en que Unamuno, a quien correspondió la palabra, levantóse con lentitud y apoyó cansa­do sus manos en la gran mesa. Se hizo silencio y el filósofo vasco habló: "Sé que estáis esperando mis palabras con verdadera expectación e interés. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. Muchas veces callar equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado cómo complicidad.
Hace un momento he escuchado el necrófilo e insensato grito de Viva la Muerte'. El general Millán Astray es un inválido. Él es un inválido de verdad. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente hay hoy en España demasiados mutilados y si Dios no lo remedia pronto habrá muchísimos más. Me sobrecoge el pensar que el general Millán Astray pudiera algún día dictar leyes y normas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes es hasta cierto punto lógi­co que encuentre un terrible alivio a su situación viendo cómo en torno suyo se multiplican los mutilados."
En aquel instante el general se levantó violentamente gritando entre el clamor falangista: "¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la Muerte!'. Unamuno hizo otra pausa y esperó que cesaran los gritos y con voz lenta concluyó: "Éste es el templo de la inteligencia. Y yo, aquí donde me veis, soy un sumo sacerdote. Estáis, pues, profanando su sagrado recinto. Y debo además deciros lo siguiente: Venceréis, qué duda cabe, porque tenéis la razón de la fuerza, pero nunca podréis convencer, porque para convencer hay qué persuadir, y para persuadir carecéis de lo más elemental: de la fuerza de la razón y del derecho. Nada más: me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho".
 
Según parece, se hizo un denso silencio, seguido de actitudes hostiles contra el ilustre anciano que salió del recinto protegido por varias personas y la mujer de Franco. Nunca más Unamuno apareció en público, siendo ordenada su detención domiciliaria.»
 
  1. JUTGLAR: H.ª de España. Barcelona,1989

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