5.- La represión.
«Agustín era un mozo sin
inquietudes políticas. Lo que estaba pasando en España no era de su incumbencia.
A él sólo le interesaba su lucha diaria con la tierra de labor. Esa tarde volvía
de la huerta con el azadón al hombro, dispuesto a pasarlo bien en la taberna. En
la carretera se encontró con Miguel, un muchacho de las Juventudes Socialistas;
también Miguel regresaba del trabajo en la huerta, y juntos caminaron hacia el
pueblo. Sin saberlo, iban al encuentro de una de esas aventuras que sólo se
viven una vez. En el camino se cruzaron con un requeté navarro que paseaba con
uno de los nuevos concejales.
El concejal pronunció unas
palabras que, en sí mismas, eran inofensivas:
-Mira, ahí tienes a uno de
los más rojos del pueblo.
El requeté no podía oír esto
sin entrar en santa indignación. Se despidió de su acompañante y siguió a los
muchachos.
-Venga, veniros conmigo.
-¿A dónde?
-Al Ayuntamiento.
-¡Si nosotros no hemos hecho
nada!
-Eso ya lo veremos allí.
Y nadie se preocupó de
averiguarlo. Entraron en la celda donde había ya otras tres personas. El único
que no tenía mucho miedo era Agustín, seguro de que podría aclarar las cosas
antes de la noche.
Ya oscurecido, al terminar su
partida de dominó, los requetés salieron de la taberna y se enfrentaron con la
excitante noche veraniega. Alguien preguntó:
-¿Hay algún rojo en el
Ayuntamiento?
-Seguro que hay alguno.
-Pues vamos a por ellos.
Y así fue como los cinco
hombres fueron conducidos a las tapias del cementerio y la noche se llenó de
disparos.»
Julio de 1936, Rincón de Soto
(Rioja), pueblo ocupado por los rebeldes
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