.-EL REINADO DE AMADEO DE SABOYA
Desde el principio, el nuevo rey careció de apoyos, tras el asesinato de Prim, días antes de llegar el rey a Madrid. Fue un rey políticamente correcto y neutral, que no pudo recabar el apoyo de las fuerzas contrarias a la monarquía ni agrupar a los partidos divididos.
No obtuvo el apoyo de la iglesia, porque durante la unificación italiana, la casa de Saboya mantuvo una postura anticlerical, así que un sector de iglesia y el ejército estuvo a favor de la candidatura del Alfonso el hijo de Isabel II.
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La monarquía democrática fue atacada incluso por las clases populares, por los demócratas y por los republicanos. Las fuerzas obreras, agrupadas en Asociación Internacional de Trabajadores se movilizaba en contra de la monarquía, con un poderosos grupo anarquista al frente.
Otro sector crítico con ella fue la nobleza latifundista, porque la puesta en práctica de los principios democráticos del régimen derivaría en buena lógica hacia el socialismo y la disolución del orden tradicional. De ahí que este sector luchase por la vuelta a los principios del liberalismo doctrinario que con el voto censitario alejase las probabilidades de cualquier revolución.
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La burguesía, sobre todo la catalana se distanció del régimen descontenta con la política librecambista, retirando incluso el apoyo financiero a Amadeo y optando por Alfonso XII.
En lo político los gobiernos se descompusieron uno tras otro, resquebrajándose la coalición gubernamental. Sagasta y Serrano se sucedieron sucesivamente en el gobierno, hasta que el estallido de la nueva guerra carlista y los problemas de orden público llevaron a Serrano a solicitar del rey la suspensión de las garantías constitucionales. La negativa del rey movió a la dimisión de Serrano que sería sustituido por Ruiz Zorrilla, que ganó en las nuevas elecciones al frente del partido radical (nueva facción escindida de los progresistas).
El final del reinado tuvo su origen en una insubordinación de los oficiales del arma de Artillería, Zorrilla presentó un decreto al rey para disolver dicho cuerpo. El rey se encontró que si firmaba se enemistaba con los militares y si no lo hacía, con los escasos políticos que le eran fieles, de modo que presentó su renuncia en febrero de 1873.
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