La zona republicana
El fracaso del golpe militar desencadenó en la
zona republicana una verdadera revolución social.
Los comités de los partidos y sindicatos
obreros pasaron a controlar los elementos esenciales de la
economía: transportes, suministros militares, centros de
producción. Mientras el gobierno se limitaba a ratificar
legalmente lo que los comités hacían de hecho.
En el campo, tuvo lugar una ocupación masiva
de fincas. Las grandes propiedades y, en algún caso, las
medianas y pequeñas. En las zonas donde predominaban los
socialistas se llevó a cabo la socialización de la tierra y
su producción. En las zonas de hegemonía anarquista tuvo lugar una
colectivización total de la propiedad. En algunos casos, se
llegó incluso a abolir el dinero.
En septiembre de 1936 se estableció un
gobierno de unidad, presidido por el socialista Largo
Caballero y con ministros del PSOE, PCE, Izquierda
Republicana y grupos nacionalistas vascos y catalanes. En
noviembre se incorporaron cuatro dirigentes anarquistas,
entre ellos Federica Montseny, la primera mujer ministro en
España.
El gran desafío del nuevo gobierno era
recuperar el control de la situación y crear una
estructura de
poder centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el
esfuerzo de guerra. La tarea era enorme difícil. El poder estaba
en manos de miles de comités obreros y milicias que a menudo se
enfrentaban entre sí, especialmente los anarquistas con
socialistas y comunistas. Los gobiernos autónomos
eran otro factor de disgregación. No sin dudas, el nacionalismo
vasco había optado por apoyar la República y en octubre se aprobó
el Estatuto vasco. Jose Antonio Aguirre se convirtió en el primer
lehendakari o presidente del gobierno autónomo.
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