jueves, 7 de febrero de 2013

TEXTO: Sobre la obra del dictador Primo de Rivera


Sobre la obra del dictador Primo de Rivera


La historia política de la dictadura puede contarse rápidamente. El «directorio militar» se convierte en «civil» afines de 1925, designa en 1927 una Asamblea consultiva y proyecta en 1929 una Constitución: todo esto no cambia ni su esencia ni sus métodos. Pero ¿realizó algún trabajo en orden a los grandes problemas nacionales por resolver? Sólo resolvió la cuestión marroquí. Se mantuvo la alianza con Francia y, desde 1925, el Rif no volvió a agitarse [ ... ]

Dos hombres, el conde de Guadalhorce y Calvo Sotelo, anunciaron importan­tes proyectos económicos. Se les reprochó el aumento de la deuda [ ... ]. Pero el Estado provee de fondos ya a grandes empresas públicas Por lo menos una de ellas era de altos vuelos: las Confederaciones Sindicales Hidrográficas [ ... ]

Las intenciones más teóricas (nacionalismo económico, economía dirigida) dieron aún menos resultado; no se observó el porcentaje de capitales y técnicos nacionales impuesto a las empresas; se cedió el monopolio de Teléfonos a los norteamericanos; las ventajas concedidas a los puertos andaluces y la descon­centración geográfica de las industrias no originaron ningún cambio en la estruc­tura española, y disgustaron a catalanes y vascos [ ... ]

El programa social, a la moda italiana, había anunciado la «supresión» de la lucha de clases. Se establecieron los Comités Paritarios obligatorios, se entró en contacto con los reformistas Largo Caballero y Prieto, y se reglamentó el trabajo nocturno de las mujeres. Pero los obreros no dejaron de notar que los salarios no seguían la curva de una prosperidad patronal ostentosa, y que la huelga había sido prohibida.

El problema regional no fue tratado por grandes medios, sino con cominerías. En Cataluña se destruyó la  Mancomunidad de 1913 y su obra. La alianza con las clases dirigentes catalana y vasca se perdió rápidamente. Pero como su pa­triotismo regional ya se había vuelto sospechoso, los «nacionalismos» fueron ali­mentados ahora por la oposición democrática.


Vilar, Pierre (1978): Historia de España, Barcelona, Crítica, p.120‑122