sábado, 23 de febrero de 2013

Museo del prado

En los últimos años del reinado de Carlos III, el 30 de mayo de 1785 se encarga a Juan de Villanueva el proyecto del Gabinete de Ciencias de Historia Natural y Academia de Ciencias, obra impulsada por elconde de Floridablanca y que actualmente alberga el Museo del Prado
El edificio se concibe como tres cuerpos o edificios autónomos, pensados con total independencia de uso e incluso de imagen al exterior, cada uno de ellos con accesos diferenciados. 
Al espacio central se accede a través de un pórtico hexástilo, de columnas toscanas, con un riguroso entablamento y una pronunciada cornisa, rematada con un ático cuadrangular. Ante este pórtico se levanta la estatua de Velázquez que da nombre a la puerta. 
El espacio central se une con los volúmenes cúbicos de los extremos a través de dos alas longitudinales, integrando así de manera acertada cinco células diferenciadas e independientes. 
El pabellón norte se organiza en torno a una rotonda cobijada alrededor de una estructura cuadrada. La fachada se resuelve con un pórtico jónico in antis que sostiene un entablamento. Esta fachada corresponde a la segunda planta del edificio, al quedar la primera originalmente bajo el desnivel del terreno, accediéndose a través de una rampa. Al allanarse el nivel del suelo hasta el suelo real de edificio, se ha construido una escalinata para acceder a la primitiva puerta, desfigurándose la concepción original de Villanueva. Al levantarse una estatua de Goya enfrente de este acceso recibe el nombre del famoso pintor aragonés. 
El pabellón sur es palaciego, empleando el orden corintio y apreciándose una clara influencia italianizante, articulándose en torno a un patio cuadrado y una estructura circular que hoy alberga una de las obras más famosas de la pinacoteca: la Familia de Carlos IV de Goya. La fachada sur presenta dos plantas: en la inferior se encuentra una gran puerta de acceso constituida por un vano adintelado mientras que la superior está constituida por una logia configurada por seis columnas de orden corintio que sostienen un entablamento. 
Las amplias salas centrales del edificio son abovedadas, destacando la rotonda norte constituida por ocho columnas de orden dórico y cubierta con bóveda de casetones. 
Al exterior, el edificio presenta dos plantas, mostrando en las alas longitudinales una logia adintelada en la superior y una arquería ciega en la inferior, alternando los arcos con hornacinas cuadrangulares en las que se ubican grandes maceteros y estatuas. Sobre estas hornacinas se encuentran medallones con las efigies de importantes escultores, pintores y arquitectos hispanos. 
Una de las características definitivas de esta construcción es la alternancia entre piedra y ladrillo, que se convertirá en una constante de la arquitectura de Villanueva y en una significativa influencia en la madrileña arquitectura contemporánea. 
La simplicidad del diseño, su alineamiento horizontal y el carácter de su volumen abstracto han sobrevivido casi intactos a través del tiempo. Su disposición cúbica y maciza resume el espíritu del neoclasicismo. Sin embargo, también la obra de Villanueva acrecienta su monumentalidad por su relación con la vasta explanada delantera con la que condesciende en su longitud y altura visual. La planta está sustentada en diferentes episodios formales que responden a distinta función. Tal funcionalismo se refleja en la propia separación en dos niveles distintos (bajo y alto) de la actividad científica y en las propias entradas con deliberada orientación opuesta. Se ha calificado su diseño de voluntad diacrítica ya que cada cuerpo se independiza formal y volumétricamente. Sin embargo, el enlace estructural se logra por la unidad de los materiales y una sincronización armónica de los cuerpos diferenciados. Su heterogeneidad es un valor añadido, como lo es también su analogía con la arquitectura religiosa por su inserción central basilical, su pronaos y el zaguán que evoca el espacio transicional de un nártex.