9.- La vida en
las trincheras (Frente de Aragón, 1938)
«En la posición también había cambios. El nuevo capitán,
era un oficial que no toleraba quietud en sus hombres. Les obligó a un inmenso
trabajo de fortificación y reposición de las alambradas. Los soldados no podían
eludir este trabajo porque en cualquier momento se presentaba el Capitán, que
había requisado una motocicleta averiada, que él mismo había reparado. Era un
hombre activo, eficaz e inteligente. Se había evadido de la zona republicana,
dejando allí a su mujer y a dos hijos, cuyo canje se estaba entonces
gestionando... Con sus hombres era implacable y exigente. Su ruidosa motocicleta
se hacía oír varias veces al día, siempre recibida por las maldiciones de los
soldados, que tenían que abrir zanjas en un suelo de inclemente dureza. Pocos
días después de mi llegada, un sargento me trajo un plato lleno de exquisita
miel.
-No crea usted, es un botín de guerra; es una miel casi
republicana.
Me llevó
hasta el parapeto, de cara a las lejanas posiciones enemigas.
-Mire usted; allí, a medio camino entre los rojos y
nosotros, hay una cañada. Un día vimos que salía de allí una columna de humo. Al
día siguiente hicimos una descubierta para ver lo que sucedía y encontramos unas
colmenas abandonadas. Desde entonces, alternativamente, los rojos y nosotros
vamos con frecuencia para completar nuestras despensas; el humo sirve para
alejar a las abejas y para avisar al enemigo de nuestra presencia. Ni ellos ni
nosotros tenemos deseos de encontrarnos allí. Respetamos nuestro turno
religiosamente.»
PABLO URIEL:
Mi guerra civil. Valencia,
1988.